<div>Santa Marta conmemora las masacres de 1981 con dos fiestas en las que se recuerda a los caídos, se refuerza la memoria histórica y se honra la vida de los sobrevientes. Entre el 17 y 18 de marzo de 1981, esta comunidad del municipio de Victoria, en el departamento de Cabañas, huyó hacia Honduras para escapar de un operativo del Ejército salvadoreño. Aunque el objetivo era perseguir a la célula guerrillera de la zona, el resultado fue una de las mayores masacres del inicio de la guerra, con niños, ancianos y mujeres entre sus víctimas. Esta masacre ha sido largamente ignorada en los recuentos oficiales de la guerra, pero no por la población de Santa Marta.</div> <div> <p lang="EN-US">Los miembros de la comunidad, muchos de ellos sobrevivientes y testigos directos, hacen una peregrinación cada marzo hasta Piedras Coloradas, el lugar exacto donde cruzaron huyendo por sus vidas hasta Honduras. Viajar al río Lempa, vital para El Salvador, se parece en Santa Marta a un viaje al cementerio, sobre todo para aquellos que son familiares de los desaparecidos. Sin cifras oficiales, los pobladores hablan de 200 desaparecidos en esta masacre, a quienes vieron por última vez en el río, antes de que murieran por la metralla, las bombas o ahogadas.</p> <p lang="EN-US">La solemnidad de la conmemoración de marzo contrasta con el jolgorio de octubre. Cada 10 de octubre, el usualmente tranquilo pueblo de Santa Marta se transforma en feria. Su calle principal se vuelve intransitable por las ventas, su plaza se llena de juegos mecánicos y su casa comunal se convierte en discoteca. En octubre, Santa Marta celebra su primera gran repoblación ocurrida en 1987, con la guerra al rojo vivo. La fiesta de los sobrevivientes también simboliza su resiliencia, su apego por la vida después de tanta muerte.</p> </div>
Fred Ramos, Carlos Barrera
Fred Ramos Carlos Barrera
Vista del río Lempa desde Piedras Coloradas, el sector por el que cruzaron miles de refugiados el 18 de marzo de 1981, huyendo de la guerra y del asedio de balas y morteros lanzados por la Fuerza Aérea. A la margen izquierda del río está Honduras. Cada 17 de marzo, los pobladores de Santa Marta realizan una peregrinación desde la comunidad hasta Piedras Coloradas, a las orillas del Lempa. Conmemoran la guinda y homenajean a los masacrados, que estiman en 200 víctimas, entre hombres, mujeres y niños. Las peregrinaciones se hacen con escolta militar, los habitantes de Santa Marta dicen que los muchachos de ahora, los soldados, nada tiene que ver con los que hace años asesinaron a decenas de sus familiares durante el conflicto armado. Un joven de Santa Marta se baña en el río para refrescarse después de la caminata conmemorativa de la masacre. Un aproximado de 200 personas fallecieron o desaparecieron en este río durante la masacre. Ahora los actos de remembranza sirven también como paseo para miembros de la comunidad. Ofrenda floral en las aguas del Río Lempa en memoria de todos los que perdieron la vida, al intentar cruzar el río, entre el 17 y el 18 de marzo de 1981. Gerardo Arturo Leiva nació el 10 de septiembre de 1954. Para 1979, pertenecía al Frente de Acción Popular Unificada (FAPU) y luego fue un guerrillero en las filas de la Resistencia Nacional (RN). "En esa época del 81 habían unas poquitas armas, estuvimos combatiendo contra los soldados", dice Leiva. El día de la masacre, él estuvo cruzando personas todo el día, debajo de la metralla de los helicópteros. Gerardo Leiva a la orilla del Río Lempa, en el lugar donde ayudó a cruzar a decenas de personas el 18 de marzo de 1981. Recuerda que para llegar a ese punto, sus "compas" tuvieron que combatir al ejército mientras la gente cruzaba hacia Honduras. Santa Marta pertenece al municipio de Victoria, Cabañas. Hoy es una comunidad tranquila: en los primeros 11 meses de 2019 no hubo ningún homicidio en el municipio según datos de la Policía Nacional Civil. Cada 10 de octubre en Santa Marta se celebra el primer gran retorno de pobladores. En la cancha de fútbol de la comunidad se monta una tarima y se realiza un festival que dura todo el día. Cada vez que suena la Marcha de la unidad , los mayores levantan su puño izquierdo y corean. Tras las masacres, muchos de los sobrevivientes terminaron incorporándose a las filas guerrilleras. Julia Ayala nació el 21 de febrero de 1948. "Fue grande ese paso del Lempa’’, dice. Recuerda el ruido de aviones y "aquella barbaridad de balas". A Julia se le llenan de lágrimas sus ojos cuando recuerda la experiencia. "A Los Hernández, en Honduras, la gente llegó desnuda y derramando sangre’’, asegura. Un grupo de mujeres que sobrevivieron el paso del río Lempa realizan un baile folklórico en el día de la conmemoración del retorno a Santa Marta. Las primeras conmemoraciones eran más sencillas: se hacían en una casa y la gente ponía una radio para bailar ahí. En la noche del 10 de octubre, Santa Marta se transfigura en feria y su casa comunal en una discoteca. En las calles hay venta de comida y cerveza, además de vendedores ambulantes y juegos mecánicos. Jóvenes de Santa Marta juegan al tiro al blanco en la fiesta de la repoblación. Un dólar costaban tres disparos con estos fusiles de juguete para tratar de dar en el blanco y ganarse un oso de peluche. Foto: Carlos Barrera Francisco López tenía 32 años cuando cruzó el río Lempa con su esposa y sus dos hijas. "Allí hubo una pobre gente que no pudo pasar. No sabían nadar y unos se colgaban de otros y cuando se soltaban se hundían en el agua y ya no se les veía. Eso fue bien tremendo", dice Francisco. "Cuando pasaba el helicóptero y tiraba la ráfaga, la gente se metía al agua y ya no salían’’, recuerda. En Santa Marta hay murales que impiden olvidar el pasado. Casas, la parada de bus, postes y la casa comunal están remozadas con pinturas que recrean la huida y el retorno. En la comunidad, los jóvenes están involucrados en organizar la comemoración anual. La generaciones de Santa Marta reunidas. Niños, adultos y ancianos disfrutan del baile inaugural la noche del 9 de octubre del 2019. Se realizan dos fiestas. Una está enfocada en los adultos y una banda toca canciones de Los Tigres del Norte. La otra se centra en los jóvenes que prefieren ritmos más modernos como el reguetón. Gerardo Leiva y su esposa Dolores se aferran el uno al otro para bailar música de banda durante la celebración de los ancianos de la comunidad. 38 años atrás, Dolores se aferró a su esposo para cruzar el Río Lempa y escapar del ejército salvadoreño. La noche del 10 de octubre del 2019 en Santa Marta celebraron la vida. Para cerrar la fiesta, sonó musica romántica de los ochentas. "¡Qué viva Santa Marta!", gritó el DJ, mientras las parejas bailaban abrazadas.